EL PESO POLÍTICO REGIONAL
Por: Alberto Bejarano Ávila
En boxeo y en política existen categorías establecidas por una tasación física o apreciativa. El boxeo tiene 17 categorías debidamente reglamentadas con base en el peso corporal del sujeto (por ley física el peso influye en la potencia de pegada), siendo las superiores, pesado y crucero y los allí alistados deben bascularse sobre las 190 libras; las inferiores son, minimosca y paja, y el peso de los allí inscritos debe ser inferior a 108 libras. En política es difícil identificar categorías, pues no están regladas, cosa que debería hacerse prontamente ya que por ley sociológica el peso político específico determina la contundencia (calidad) de las orientaciones, los liderazgos, las decisiones y los resultados. Sugerimos entonces que se establezcan, al menos en dos, las categorías políticas: peso pesado y peso paja, así podríamos asignar al Tolima un puesto en el ranking político colombiano
En el boxeo el peso específico es físico y bruto, en la política el peso específico es de talento e idoneidad, pero, a decir verdad, estos pesos tienden a confundirse en razón a que, como lo expresa Antonio Machado, “todo necio confunde valor y precio”. Buscando impedir que arbitrariamente el merito transmute en brutalidad o la perspicacia en fuerza, diríase que en boxeo un fulano de tal vale lo que literalmente pesa y en política que tal fulano pesa lo que relativamente vale su comunidad.
Si aceptase la noción de valor como atributo intrínseco, una democracia decorosa reconocería que el peso político no es cuestión privativa del actor político (esa sería probable arrogancia) sino de la comunidad electora, pues la valía como cualidad intrínseca no es endosable; diferente es que la vocería y representación de esa valía comunitaria sea tácitamente transferida al elegido. Pareciera quedar claro entonces que el peso político especifico de una región no está determinado por el numero de votos sufragados, algunas veces con engaños, sino por la calidad de su acervo cultural, que, fielmente, expresa  sus virtudes o defectos de identidad, de cohesión social y, substancialmente, de autenticidad, independencia y claridad de su visión colectiva de futuro.
En la medida en que aquellos rasgos culturales que determinan el peso político de una región evolucionen hacia la decencia y la excelencia, ese peso específico irá adquiriendo relevancia y contundencia frente a los poderes centrales, frente a las instancias internacionales y frente a la opinión pública. Si, por el contrario, no hay evolución sino involución cultural, el peso político específico de esa región, encarnado en sus políticos, tendrá exiguo valor y se podrá adquirir a bajo precio, con puestos, contratos, sobornos, embajadas. Sustentamos la tesis de que el peso político específico es de la región y no de cualquier político sin peso, indicando, en palabras de Machado, que “en política solo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”  
Ahora, una cosa lleva a otra y, pensaría uno entonces, que la cultura, más que asunto de histrionismo, de prosa y rima, de estética o de armonía, es de historia, de antropología, de sociología, de economía, de hacienda pública, de ecoambiente, de coexistencias, de ecumenismo. Si así fuera asumida la cuestión cultural regional, entonces nos veríamos forzados a considerar juiciosamente si el arte socialmente comprometido, en esencia, solo propone alegorías de esa cultura que, para bien o para mal, para acertar o cometer yerros, está imbuida intensamente de creencias e imaginarios afincados en la conciencia y el sentimiento más íntimo del pueblo de tal región.
Vista así la cuestión, pareciera entonces que las luchas a librar no deben desatarse contra las evidentes manifestaciones del subdesarrollo sino contra la conciencia que apacenta ese subdesarrollo o contra las teorías que aducen progreso para producir atraso o contra la ignorancia de unos que a otros les permite medrar.
Porque resulta pertinente, remato recordando que en artículos anteriores aquí publicados he insistido en la necesidad de profundizar sobre el sentido político regional y, para ayudar a este examen, he formulado insistente invitación a examinar, participativamente, una sencilla ecuación: región histórica + región económica = región política. Pienso que el sentido político tolimensista será sólido y favorable solo cuando hayamos trasegado con hondas reflexiones por todos nuestros tiempos y lugares.